El Experimento de la Prisión de Stanford

Hombre parado brazos cruzados ropa naranja en una celda de prision

Dr. Philip Zimbardo y su Efecto Lucifer

El experimento de la prisión de Stanford, fue un experimento psicológico realizado en el campus de la Universidad de Stanford en agosto de 1971, por el Dr. PHILIP ZIMBARDO, quien lo describe en detalle en su internacionalmente famoso libro “El Efecto Lucifer: el porqué de la maldad”. Para mayores detalles sobre el experimento les pueden visitar su página web “https://www.prisonexp.org/”

El Dr. Zimbardo es un eminente psicólogo social que ha publicado más de 300 investigaciones científicas y decenas de libros, fue presidente de la Asociación Norteamericana de Psicología (APA) en el  año 2002 y, fue un consultor experto en los famosos juicios de la prisión iraquí de Abu Ghraib durante los años 2003-2004. Actualmente, desde el año 2010, fundó el Proyecto de Imaginación Heroica, la cual es una organización que estudia y alienta el heroísmo en nuestra vida cotidiana.

De la misma manera en que trabajamos con el experimento del Dr. Milgram, haremos un detallado análisis de las conclusiones a las que llegó el Dr. Zimbardo y menos énfasis en los aspectos anecdóticos del experimento.

1.     El Experimento

En el experimento de la prisión de Stanford se intentó simular la vida dentro de una prisión carcelaria. A través de los años ha sido motivo de miles de publicaciones científicas y se han creado tres películas replicando dicho experimento: Das Experiment (2001), The Experiment (2010), The Stanford Prison Experiment (2015). En su versión original, el experimento consistía en lo siguiente:

Veinticuatro sujetos fueron seleccionados de un grupo inicial de 75 encuestados de un anuncio en el periódico que había pedido voluntarios varones para participar en un estudio psicológico de la vida en la prisión. Los voluntarios completaron un cuestionario y una entrevista diseñados para evaluar a los sujetos, y las personas seleccionadas fueron descriptas como estudiantes universitarios masculinos “normales”, sanos, predominantemente de clase media y blancos.

La prisión simulada fue creada en el sótano del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford. Estaba formado por tres celdas (cada una de 6 pies x 9 pies) con tres prisioneros por celda. Un armario de escobas (2 pies x 2 pies x 7 pies) se convirtió en una ‘sala de confinamiento solitario’. Varias habitaciones en un ala adyacente del edificio se utilizaron como salas de guardias, salas de entrevistas y un dormitorio para el ‘alcalde’ (Zimbardo). También había una pequeña habitación cerrada que se usaba como ‘patio de prisión’ en la que había una ventana de observación detrás de la cual había equipos de video y espacio para varios observadores.

Los sujetos fueron asignados aleatoriamente a sus roles de “prisionero” o “guardia”, y firmaron contratos sobre esa base. El contrato ofrecía U$D 15 por día y garantizaba las necesidades básicas de vida, aunque se hizo explícito a los prisioneros que algunos derechos civiles básicos (por ejemplo, la privacidad) serían suspendidos. A los prisioneros no se les dio información sobre qué esperar ni instrucciones sobre cómo comportarse. A los guardias se les dijo que ‘mantuvieran el grado razonable de orden dentro de la prisión necesario para su funcionamiento efectivo’, aunque se les prohibió explícitamente usar agresión física.

Los sujetos prisioneros permanecieron en la prisión simulada las 24 horas del día durante el estudio. Nueve fueron asignados arbitrariamente tres a cada celda, y los tres restantes estaban en espera en casa. Los sujetos ‘guardianes’ trabajaron en turnos de ocho hombres y tres horas, y se fueron a casa después de sus turnos.

Ambos conjuntos de sujetos recibieron uniformes para promover sentimientos de anonimato. El uniforme de los guardias (camisa y pantalón caqui lisos, silbato, porra y lentes de sol reflectantes) tenía la intención de transmitir una actitud militar y dar símbolos de poder. El uniforme de los prisioneros (bata holgada, número en la parte delantera y trasera, sin ropa interior, cadena ligera y cierre alrededor del tobillo, sandalias de goma y una gorra hecha de medias de nylon) tenía la intención de ser incómodo, humillante y crear símbolos de servilismo y dependencia. (Haney, Banks, & Zimbardo, 1996, p.45-46)

Cuando empezamos el experimento teníamos una muestra de personas representativas de la población normal de jóvenes con estudios que no destacaban en ninguna de las dimensiones medidas. Los que fueron asignados al azar al grupo de los «reclusos» eran indistinguibles de los que fueron asignados al grupo de «carceleros». Ninguno presentaba antecedentes delictivos, problemas emocionales o físicos, o carencias intelectuales o sociales que permitieran distinguir a los reclusos de los carceleros o del resto de la sociedad.

(Zimbardo, 2007, p.196)

Un punto importante a destacar es que los 24 voluntarios fueron examinados previamente para descartar algún tipo de cuadro psicopatológico. Específicamente, aclara en su libro que se evaluó antecedentes de conductas antisocial, delictiva y violencia. Por lo tanto, todos los participantes del experimento NO PRESENTABAN enfermedades psicológicas o psiquiátricas antes del experimento, encontrándose en condiciones “normales” al momento de las evaluaciones. Este punto es importante por cuanto ya no estamos delante del tipo de personalidades previamente descriptas en este libro, sino de personas “normales y sanas” en términos psicológicos.

2.     Resultados del Experimento

El Dr. Zimbardo explica que, si bien el experimento estuvo planificado para durar unas dos semanas, luego de seis días, se tuvo que interrumpir prematuramente el mismo, debido a que la situación estaba afectando gravemente a los participantes, mostrando signos de depresión, estrés, etc. Al respecto, el autor nos detalla lo siguiente:

El hecho de que sufrieran una pérdida de su identidad personal, de que su conducta se viera sometida a un control continuo y arbitrario, de que se les privara de sueño y de intimidad, generó en ellos un síndrome caracterizado por la pasividad, la dependencia y la depresión muy parecido al fenómeno conocido como «indefensión aprendida». (La indefensión aprendida es el estado de resignación pasiva y depresión que surge tras unos fracasos o castigos continuos, sobre todo si estos fracasos y castigos parecen arbitrarios y no dependen de los propios actos.)

La mitad de los estudiantes que hicieron de reclusos tuvieron que ser liberados antes de hora por sufrir unos trastornos graves de carácter emocional y cognitivo que, aunque fueron pasajeros, tuvieron una gran intensidad. En general, la mayoría de los que continuaron desarrollaron una obediencia ciega a las órdenes de los carceleros, y la abulia con que se sometían a su poder cada vez más caprichoso les daba el aspecto de unos «zombis».

(Zimbardo, 2007, p.196)

Como era de esperar después de todo lo que habíamos visto, los reclusos comunicaron tres veces más estados de ánimo negativos que positivos y en general expresaron mucha más negatividad que los carceleros. Por su parte, los carceleros comunicaron unos estados de ánimo un poco más negativos que positivos. Otra diferencia interesante entre los dos grupos es la mayor fluctuación de los estados de ánimo de los reclusos. A lo largo del estudio la variación de su estado de ánimo fue de dos a tres veces mayor que la de los carceleros, cuyo estado de ánimo fue relativamente estable. En la dimensión actividad-pasividad, los reclusos tendían a puntuar el doble que los carceleros, lo que indica que se sentían mucho más «agitados» que ellos. Aunque la experiencia de la prisión tuvo un impacto emocional negativo tanto en los carceleros como en los reclusos, los efectos adversos en los reclusos fueron más amplios y profundos.

(Zimbardo, 2007, p.200-201)

Como resultado, los reclusos desarrollaron un cuadro denominado “indefensión aprendida”, caracterizada por síntomas de pasividad, dependencia, depresión y abulia que, si bien, no dejaron secuelas permanentes en ellos, les generaron graves trastornos emocionales y cognitivos de gran intensidad.

Terminado el experimento los participantes fueron evaluados nuevamente donde los reclusos demostraron 3 veces más estados de ánimo más negativo que positivo, mientras que el de los carceleros fue levemente superior. También la fluctuación emocional fue 2 o 3 veces mayor de los reclusos respecto de los carceleros, mostrando estos últimos una mayor estabilidad emocional. También el autor remarca que, si bien para todos los participantes el impacto emocional fue más negativo que positivo, para los reclusos fue más amplio y profundo.

3.     Análisis del Experimento

De la misma manera en que el Dr. Milgram realiza un detallado análisis de los resultados de su experimento, el estudio de investigación que hace el Dr. Zimbardo es de una riqueza conceptual tan profunda y completa que vale la pena dedicarle un capítulo entero a ello. Esto se debe a que su análisis abarca decenas de experimentos psicológicos que se han realizado en distintos momentos por diferentes investigadores para dar cuenta del “mal situacional”. Para ello tomaremos los últimos capítulos de su libro, presentando diferentes temas de los mismos para ordenar la discusión de las investigaciones que apoyan dicha hipótesis sobre el poder situacional.

A.     La transformación del Carácter

En este apartado el Dr. Zimbardo centrará su análisis en la transformación del carácter que sufrieron tanto los prisioneros y carceleros del experimento.

a.      Los Presos

Aquí el autor explica que, en los momentos de ocio, cuando los prisioneros se encontraban libres del acoso de sus carceleros, en lugar de hablar sobre distintos temas o experiencias que los ayudarían a generar emociones positivas, estos se encontraban tan “inmersos” en sus roles haciendo que sus diálogos rondasen alrededor de sus preocupaciones diarias del presente. Es decir, no usaron el tiempo libre para escaparse del presente hacia situaciones futuras o pasadas más placenteras como imaginarse qué haría después de salir del experimento o recordar alguna anécdota graciosa de sus pasados, por ejemplo. Por lo tanto, el hecho de que sus intercambios se centraran solamente en el presente, hacía que se intensificaran más las experiencias negativas que estaban viviendo por el sólo hecho de prestarle atención de forma permanente.

Otro punto que resalta el autor es que cuando lo presos observaban las actividades degradantes que les hacían llevar a cabo, como humillarlos delante de los demás, y cumpliendo órdenes que los degradaban, se iban formando una imagen negativa de sus compañeros. Lentamente los prisioneros comenzaron a “adoptar y aceptar” estas imágenes negativas que los carceleros les habían creado. Como consecuencia de ello, se da un fenómeno denominado de “identificación con el agresor” el cual consiste en interiorizar el poder de sus opresores. De esta manera se inhiben estrategias de afrontamiento o de rebeldía, anula la compasión por sus pares e impide realizar un análisis más realista de la situación de opresión que se está viviendo.

b.      Los Carceleros

Respecto a los participantes que ejercían el rol de carceleros, el Dr. Zimbardo distingue tres tipos de carceleros: aquellos que se comportaban con un franco “sadismo”, rebajando a los reclusos, degradándolos y haciéndolos sufrir todo tipo de humillaciones. Aquellos que desempeñaban un papel con “dureza y exigenciasin ser excesivos, pero mostrando poca compasión hacia el dolor de los presos. Por último, estaban los que de vez en cuando propinaban “tratos amables” hacia los reclusos y se rehusaban a hacerles daño.

Pero a pesar de estas diferencias entre los distintos carceleros, el autor nos aclara que NINGUNO de ellos, se OPUSO a los maltratos hacia los reclusos, es decir, ninguno se quejó frente al personal, tampoco ninguno se retiró antes de su turno, ni entraron más tarde de sus turnos, ni se negaron a hacer horas extras cuando se les requirió hacerlo. A este fenómeno el Dr. Zimbardo le llamó “Maldad por pasividad o inacción”.

También el autor señala que al igual que los reclusos en sus tiempos libres, los carceleros se dedicaban a hablar sobre las actividades que ocurrían durante su turno en la prisión, todo lo cual hacía que se reforzara su rol y no pudiesen distanciarse de él.

Por último, el Dr. Zambardo remarca un concepto denominado “Disonancia Cognitiva” que ocurrió con los carceleros. Cuando existe alguna discrepancia entre la conducta y las creencias, se produce este fenómeno. Se genera una tensión interior en la persona que provoca un cambio de conducta o de creencias para reducir dicha tensión. Cuanto mayor es la disonancia, mayor es la motivación para lograr una consonancia y también son más extremos los cambios que se generan. Por ejemplo, existe poca disonancia cognitiva cuando al dañar a alguna persona, existen “buenosmotivos para hacerlo. Pero, al contrario, la disonancia es mayor cuando es menor la justificación de tales conductas. Es por ello que los carceleros sufrieron una gran presión para darle sentido a lo que habían hecho o estaban haciendo y que iba en contra de sus creencias personales, pues cuando ya se ha realizado la conducta, las personas automáticamente buscan “buenasracionalizaciones de los motivos por los cuales han hecho lo que no pueden negar que hicieron. Con esto en mente, el autor explica que las personas tienden a “justificar” las discrepancias entre su moralidad privada y sus actos que la contradicen, permitiendo convencerse a sí mismos y los demás de que sus decisiones están basadas en la razón, sin ser conscientes de su fuerte motivación para mantener la coherencia frente a su disonancia cognitiva.

c.       La importancia de las Situaciones

En esta sección, el Dr. Zimbardo explica el poder que tienen las “situaciones” sobre las conductas de las personas. Es por ello que hace una analogía con la famosa fábula de Robert Louis Stevenson, donde explica que, dentro de determinadas situaciones, la naturaleza humana puede transformarse tan drásticamente como es la transformación del Dr. Jeckll en el Señor Hyde.

Continúa su análisis diciendo que el mundo continúa interesado en el Experimento de la Prisión de Stanford, por la sorprendenteTransformación del Carácter” tanto de los carceleros que pasaron de ser buenas personas a actuar con crueldad y de los reclusos que se transformaron en seres con una pasividad patológica frente a las fuerzas situacionales que actuaban sobre ellos.

Lamentablemente, explica el autor, las personas quieren continuar creyendo en la “bondad esencial e invariable” de las personas, en su capacidad para resistirse ante las fuerzas exteriores, evaluar racionalmente las tentaciones de las situaciones para rechazarlas rotundamente, etc. Se les otorgan a los seres humanos cualidades casi divinas respecto a sus facultades morales y racionales, convirtiéndolos en seres justos y sabios. Se creen erigir un muro infranqueable entre el Bien y el Mal, simplificando de esta manera la complejidad de la vida humana, pero haciéndonos más vulnerables a las fuerzas situacionales también. Es por ello que el experimento demuestra que la mayoría de las personas pueden sufrir transformaciones drásticas del carácter en ciertas condiciones o situaciones que nunca hubiésemos imaginado ni predicho.

Y, por último, subraya que es en los “entornos nuevos”, donde el poder de las situaciones se hace notar con mayor claridad. Esto es así ya que las estructuras habituales de recompensas son distintas y no se cumplen con las expectativas de las personas. Aquí también la personalidad de las personas tiene muy poco valor predictivo ya que las personas imaginan sus reacciones en situaciones pasadas que no tienen nada que ver con la nueva situación en la que se encuentra inmersa. Es por ello que el autor recomienda realizar un análisis de las situaciones cuando nos encontramos en entornos nuevos, antes de comenzar a buscar causas dentro la persona.

El poder de las Normas

El Dr. Zimbardo explica que uno de los factores más básicos que conforman el poder de las situaciones son el “conjunto de las normas” de una situación. Ellas son un “medio simplificado y formal” de controlar las conductas complejas e informales de las personas. Por ejemplo, escuchar cuando les hablan, frenar el vehículo cuando se ve una luz roja, etc. Las normas también establecen lo que es “necesario, aceptable y recompensable” y lo que es “inaceptable”. Esta última norma incluye el “castigo” por el incumplimiento de las mismas. Para ello debe haber una o varias personas que tengan la “voluntad y capacidad” de administrar dicho castigo. Es por ello que tanto las normas y quienes se encargan de hacerlas cumplir son inherentes al “poder situacional”. Por último, aclara que, con el tiempo, las normas acaban adquiriendo una vida propia y la fuerza de una autoridad legal.

Los Roles de las personas

Aquí el Dr. Zimbardo explica la importancia que tienen los “roles” en las situaciones. Los roles son “papeles” que deben ser interpretados por las personas. Cuando los “actores” interpretan algún personaje, representan roles que en general no tienen nada que ver con su identidad personal, a pesar de hablar, caminar, pensar y hasta sentir de forma distinta a la que están acostumbrados para representar bien el personaje. Lo más importante sobre los roles, es que ellos “están asociados a las situaciones específicas”, es decir, las personas representan aquellos roles cuando se encuentran en aquella situación específica y dejan de hacerlo cuando ya no se hayan en dicha situación. Por ejemplo, el rol de maestro se interpreta en el aula, pero deja de interpretarse en el hogar.

Asimismo, a veces los roles dejan de ser simples guiones que son interpretados de vez en cuando y acaban adueñándose de la mayor parte del tiempo de la persona. Es en ese momento que el rol termina interiorizándose en la persona a tal punto que forma parte de su nuevo ser, a pesar de reconocer que en sus inicios eran artificiales y temporales. Esto es lo que ocurrió en el experimento, lentamente los participantes fueron interiorizando los roles de reclusos y guardia cárceles y, acabaron convirtiéndose en ellos y transformando así su carácter temporalmente.

También aclara que, si bien los participantes no recibieron instrucciones o leyeron algún manual sobre los roles de los carceleros y los reclusos, recordando la incomodidad de los primeros y la frivolidad de los segundos en el primer día del experimento, los mismos fueron creados a partir de las experiencias pasadas de los participantes. En otras palabras, dichos guiones provenían de las interacciones previas con figuras de autoridad, ya sean padres, profesores, jefe, etc. Es decir, la sociedad ya se habría encargado de formar dichos roles y guiones previamente.

Finalmente, el Dr. Zimbardo nos aclara que los roles también pueden cumplir una función de “eludir la responsabilidad” de los actos personales. Esto es así cuando se le atribuye al rol la responsabilidad de las acciones y no a nosotros mismos ya que los mismos nada tienen que ver con nuestra naturaleza habitual. Un carcelero llegó a expresar las siguientes palabras al respecto: “Yo no tengo la culpa, sólo representaba mi papel en ese momento y en ese lugar, no era mi verdadero yo”. (Zimbardo, 2007, p.218)

Anonimato y desindividualización

En esta sección el Dr. Zimbardo explica cómo la introducción de uniformes, trajes, máscaras y anteojos oscuros aumenta el poder de las fuerzas de las situaciones además de las normas y los roles. Esto es así ya que estos elementos fomentan el “anonimato”, el cual reduce la responsabilidad personal. Cuando una persona se siente anónima en una situación dada, es decir, su verdadera identidad se encuentra oculta, la persona actúa de forma más antisocial y violenta. En el caso de los participantes, las conductas más “sádicas” se observaron cuando los carceleros creían que no estaban siendo observados, por ejemplo, en los baños o a la noche.

El poder de la aprobación social

Otra fuerza importante en las situaciones explica el Dr. Zimbardo es la necesidad de “aprobación social”, es decir la necesidad de gustar, ser aceptado y respetado, pertenecer e integrarse al grupo. Esta necesidad es tan fuerte que a veces las personas son capaces de hacer las conductas más insólitas o ridículas si alguien les dice que esa sería la forma correcta de actuar.  Tal es así que, en el experimento, la presión que tenían los carceleros por mostrar conformidad con el grupo y sentirse que eran uno más del equipo, era tal que llegaban a maltratar o deshumanizar a los presos. El caso de los carceleros “buenos”, eran marginados del círculo socialmente aceptado de los otros carceleros y sufrían en silencio dichas consecuencias.

d.      El poder de los Sistemas

El Dr. Zimbardo aquí dice que las situaciones son creadas por los sistemas, ya que proporcionan el apoyo institucional, la autoridad y los recursos necesarios para que las situaciones funcionen como funcionan. Los sistemas suponen una “autorización” o “permiso” para comportarse de una cierta manera y prohibir comportarse de otra. Proporcionan una suerte de “Autoridad Superior” que convalida el desempeño de los nuevos roles, el cumplimiento de las nuevas normas, etc.

Como ejemplo de sistema el autor cita el “Sistema Nazi” donde no sólo lo conformaba el Gabinete de Hitler y la SS sino, las políticas nazis, banqueros, ingenieros, doctores, arquitectos, educadores, conductores de trenes, etc. conformaban estos programas y procedimientos de exterminio masivo.

Esta validación suele ocultarse bajo el manto de las “ideologías”. Ellas legitiman los medios necesarios para lograr un objetivo específico ya que son vistas como la “regla suprema” a la que nadie se opone ni cuestiona por parecer totalmente “correcta”. Quienes ocupan el lugar del poder, presentan a sus “ideologías” como algo bueno, lleno de virtudes y un imperativo moral que hay que seguir. Los programas, las políticas y los procedimientos se crean para apoyar una ideología pues ésta última les da “legitimidad”. Y viceversa, a medida que se va aceptando la ideología como algo “sagrado”, los programas, las políticas y los procedimientos se consideran cada vez más razonables y correctos.

Es muy interesante el uso que le da el autor al concepto de “ideología” como instrumento de “legitimación” de un sistema. Es la forma en que la autoridad “justifica” su existencia y sus formas de proceder, disfrazado de “verdad moral y absoluta”.

Por último, el autor cita la novela clásica de George Orwell donde el “gran hermano” es el SISTEMA que aplasta la “iniciativa individual y la voluntad de resistencia” a través de estrategias y métodos de control mental.

B.     El Poder grupal, la Conformidad u Obediencia y los Sistemas de Autoridad

En el presente punto el autor nos explica que a veces las mismas “motivaciones y necesidades” que llevan a los seres humanos a obrar hacia el bien, son aquellas que nos pueden hacer cambiar de rumbo y girar hacia el mal, cuando son despertadas, amplificadas o manipuladas por fuerzas situacionales que no reconocemos. Es por ello que el mal es tan “omnipresente”, en el sentido de que se encuentra en todas partes, desde un pequeño rincón, un mínimo desvío o hasta algo borroso que apenas vislumbramos a los lejos pero que eventualmente nos puede llevar al desastre.

Teniendo esto en cuenta, el autor nos explica que muchos cambios conductuales drásticos no se deben a la influencia de la hipnosis, sustancias psicoactivas, o técnicas de “lavado de cerebro”, sino de una “manipulaciónconstante y sistemática de aspectos más arcaicos o primitivos de la naturaleza humana.

a.      Investigaciones sobre el poder grupal

A continuación, estudiaremos diversas investigaciones y conceptos que pondrán luz sobre sobre las fuerzas grupales que moldean a la conducta humana de manera sorprendente e inesperada.

Sesgo de Auto-Atribución Inflada

El hombre ha construido ciertos prejuicios cognitivos que mejoran la imagen que se tiene de sí mismo, auto-colocándose por encima de la media de las demás personas. Este sesgo refuerza la autoestima del hombre y lo protege de futuros golpes en la vida. Le permite justificar los fracasos, atribuir méritos personales a los éxitos y eludir la responsabilidad por las malas decisiones.

Pero también estos sesgos son perjudiciales para el hombre por cuanto no dejan ver las similitudes con los demás. Por ello corremos riesgos en las conductas sexuales, conducimos a altas velocidades, consumimos sustancias adictivas, creyendo que no nos pasará a nosotros.

Respecto a las fuerzas situacionales, este sesgo nos hace especialmente vulnerables a ellas por cuanto menospreciamos su poder mientras enaltecemos el nuestro. Por ello llegamos a creer que, llegado el momento de actuar, lo haremos con cualidades extraordinarias de super héroes. Aunque ya hay innumerables investigaciones que han demostrado que los héroes son personas muy poco comunes y bastante extraordinarias.

Conformidad con las normas del grupo

El psicólogo social MUZAFER SHERIF, ideó un experimento para demostrar la conformidad que poseen las personas hacia las normas de algún grupo en un entorno nuevo. El mismo consistía en que los participantes se encontrasen en una habitación completamente oscura donde había un punto de luz fijo, pero sin ningún tipo de marco de referencia. Se les pidió a los participantes que juzgaran individualmente el “movimiento” de la luz, dando respuestas muy variables entre ellos. Luego, colocaron a los mismos participantes con otro grupo de personas y fueron estableciendo una Norma promedio de los movimientos. Finalmente se volvió a aislar a los participantes y se les solicitó nuevamente que juzgaran los movimientos de la luz, y sus juicios cayeron dentro del rango establecido anteriormente por el grupo, alejándose significativamente de sus valores iniciales.

Presión Grupal

El psicólogo social SOLOMON ASCH creó un experimento para observar la conformidad o no de las personas a las presiones del grupo. El autor creía que serían pocas las personas que mostrarían su conformidad al grupo y serían más aquellas que se resistirían a la presión del grupo.

El experimento era sobre percepción visual, en donde el participante debía juzgar el tamaño relativo de tres líneas en comparación con un modelo de línea (más grande, más pequeña o igual).

Al inicio del experimento todos daban las respuestas correctas, cometiendo menos del 1% de errores. Pero a medida que avanzaban los otros 7 participantes del grupo comenzaron a cambiar sus respuestas diciendo que la línea más grande coincidía con la línea modelo, dando así una respuesta incorrecta. Como resultado, de los 123 participantes, cedieron a la presión grupal más del 70% de las veces en alguna de las pruebas, mientras que sólo una cuarta parte mantuvo su criterio independiente del grupo. Asimismo, algunos participantes verbalizaron que se habían dado cuenta de las diferencias entre lo que veían y lo que decía el grupo, pero creyeron adecuado estar de acuerdo con lo que decía el grupo. En cambio, otros participantes creyeron que estaban equivocados y que el grupo tenía razón, haciendo que cambien su criterio. Por último, el autor explica que los participantes que mostraron conformidad con el grupo, infravaloraron la cantidad de veces en que habían cedido frente a la presión grupal, creyendo de esta manera que continuaban siendo independientes en su toma de decisiones.

Cambios en la percepción debido a la presión grupal

El neurocientífico GREGORY BURNS se dedicó a estudiar el funcionamiento cerebral en la “Conformidad Social” para saber si ¿las personas están decidiendo acompañar las normas grupales a pesar de percibir algo distinto, o están cambiando sus percepciones originales por las propuestas por el grupo?

La conclusión a la que llega el autor es que el consenso grupal puede afectar realmente la forma en que percibimos el mundo externo, cuestionando de esta manera la verdad misma. Es por ello que dice que “nos gusta pensar en ‘ver para creer’, pero los hallazgos muestran que ‘ver es creer lo que el grupo te dice que creas’”. Por lo tanto, el autor concluye que, si nos damos cuenta de nuestra vulnerabilidad a la presión social o grupal, podremos comenzar a resistirnos a la conformidad grupal cuando no nos convengan ceder frente a la mentalidad de manada.

La Influencia de las Minorías sobre las Mayorías

Diferentes psicólogos han investigado sobre la posibilidad de que una pequeña minoría pueda dar vuelta la opinión de la mayoría del grupo, utilizando los mismos principios que se usan para establecer la opinión de las mayorías.

Al respecto estudiaron la influencia de las minorías en el contexto de “jurados simulados”, donde una minoría se encuentra en desacuerdo con la aceptación unánime del punto de vista de la mayoría del grupo. Se observó que la minoría era más influyente cuando poseían las siguientes características: poseían una posición coherente, parecían confiados, evitaban parecer rígidos y dogmáticos y eran hábiles en la influencia social.

Por otro lado, los investigadores explican que las decisiones mayoritarias tienden a tomarse sin involucrar un pensamiento sistemático y crítico por parte de los miembros del grupo. Además, dada la fuerza del poder normativo de los grupos para moldear las opiniones de los seguidores que se conforman sin pensar críticamente en las cosas, ellas se toman al pie de la letra. En cambio, la minoría obliga al resto del grupo de procesar la información relevante con más atención. Es por ello que las investigaciones muestran que las decisiones de un grupo en su conjunto son más reflexivas y creativas cuando existen “disidencias” minoritarias que cuando no existen.

La Pertenencia al Círculo Interior

Por último, el célebre autor C.S. LEWIS nos explica que hay una fuerza con el poder de transformar la conducta empujándolo al límite entre el bien y el mal, una fuerza que proviene del deseo intenso de “estar dentro” y “no quedarse afuera” del círculo de influencia de un grupo. Este “Anillo Interior”, tal como describe el autor, consiste en la necesidad básica del ser humano de “ser aceptado” por algún grupo especial, asociación privilegiada, que nos confiere automáticamente un “estatus” instantáneo y realza nuestra identidad. Esta fuerza es tan poderosa que hace que las personas hagan cosas extrañas para ser aceptadas, tales como sufrir ritos de iniciación humillantes, denigrantes y hasta dolorosas en las fraternidades, sectas, clubes sociales, etc.

Esta fuerza cumple una doble función: las autoridades pueden obtener obediencia de sus súbditos con el señuelo de la aceptación y la amenaza del rechazo. La amenaza imaginaria de ser expulsado del círculo interno puede llevar a las personas a hacer cualquier conducta con tal de no ser rechazado.

b.      Obediencia ciega a la autoridad

Obediencia en el experimento de Milgram

Por un lado, los resultados del experimento mostraron que 2 de cada 3, es decir, el 65% de los voluntarios llegaron a administrar la descarga máxima de 450 voltios. Por otro lado, Milgram demostró en variaciones al experimento original que podrían oscilar entre un 90% y un 10% los voluntarios que administrasen la máxima descarga haciendo dos simples ajustes a la situación original:

  • Para aumentar la cantidad de participantes que llegasen a administrar la máxima descarga basta con que forme parte de un “equipo” donde la tarea de accionar los interruptores sea asignada a otro integrante del equipo, mientras que el voluntario se encargue de otras partes del procedimiento.
  • Para disminuir la cantidad de participantes que llegasen a administrar la máxima descarga basta con colocar compañeros que se “rebelen” frente a la autoridad, y actúen así de modelo para el participante.

Una última variación al experimento original tuvo que ver con la institución donde se realizaron los experimentos. Dado que el experimento original se realizó en la Universidad de Yale, los participantes conferían estatus de autoridad a hombre que vestía como científico, aunque solo era un profesor de biología del secundario pagado para desempeñar ese papel. Para sortear este obstáculo, se realizó el mismo experimento en Bridgeport, y la tasa de obediencia bajó a un 47,5% del 65% original en Yale.

En cuanto a las conclusiones del experimento, el Dr. Zimbardo nos detalla las siguientes características para “Diseñar” un sistema del mal:

  • Hay que armar algún tipo de “contrato pseudo-legal” en forma verbal u escrita para controlar la conducta del postulante.
  • Se deben asignar diferentes roles a cada uno de los actores y que estén asociados a valores positivos, para que luego se activen diferentes “guiones” de forma automática.
  • Explicitar un conjunto de “normas o reglas básicas” que tengan sentido para que el participante tenga una forma de justificar su conformidad. Estas mismas deben ser lo suficientemente ambiguas para ser cambiadas de forma arbitraria, pero insistiendo en el cumplimiento de las mismas.
  • Utilizar un lenguajeeufemístico” para reemplazar las experiencias desagradables con una retórica más complaciente. Por ejemplo, no es que se está haciendo daño a las víctimas, sino que se está “ayudando al experimentador o la ciencia en general”.
  • Ofrecer alternativas para diluir la responsabilidad por cualquier resultado negativo, eximiendo de responsabilidad al participante por sus acciones.
  • En sus comienzos establecer algún paso donde quede expuesto el principio de “poner el pie en la puerta” ya que el mismo abre el paso a futuras presiones más complejas e intensas.
  • Durante la secuencia de pasos del proceso, que la diferencia con el paso previo sea muy pequeña, para que esa diferencia no sea notada o percibida por el participante.
  • Que la figura de autoridad sea en un comienzo alguien “razonable y justo”, y gradualmente se vaya convirtiendo en un ser “injusto, exigente e irracional”. Esto hará que el participante sea obediente al inicio y luego, le provocará una confusión tal que nublará su “juicio crítico” notablemente, estableciendo así una obediencia irreflexiva.
  • Hacer que el costo de “salirse” sea “muy elevado”, y que el proceso de marcharse sea dificultoso, permitiendo las discrepancias verbales, pero insistiendo en la conformidad conductual del participante.
  • Por último, ofrecer una ideología para justificar el uso de cualquier medio para alcanzar alguna fin o meta particular (Ej, la Ciencia)
Obediencia a la autoridad en profesionales de la salud

En una investigación 22 enfermeras de un hospital recibieron una llamada de un médico al que no conocía para observar si las primeras obedecerían las órdenes equivocadas del médico desconocido. Concretamente, el médico les decía a las enfermeras que debían administrar al paciente una cierta medicación inmediatamente para que esta vaya surtiendo efecto mientras él llegase y luego firmaría la prescripción. Además, dicha medicación era el doble de la dosis máxima de lo que indicaba la etiqueta del fármaco.

El dilema al que se enfrentaba cada enfermera era si debía obedecer la autoridad del médico al cual no conocía y administrar una dosis excesiva al paciente, o debía desobedecer la orden del médico y rechazar la medicación prescripta por él. De las 22 enfermeras del experimento solamente 1 (una) desobedeció la orden del médico y las otras 21 cedieron y obedecieron las órdenes del médico desconocido por el solo hecho de imaginarse en la incómoda posición de hacerle frente al médico y su posible cólera por haber desobedecido su orden. Cuando se las entrevistó, las enfermeras atribuían la “responsabilidad” al médico por su “poder legítimo” y ellas simplemente se limitaban a “seguir las órdenes legítimas”.

Por fortuna la medicación que las 21 enfermeras administraron realmente al paciente eran “placebos”.

Obediencia a la autoridad en líneas aéreas

En todas las aerolíneas comerciales, el capitán de vuelo es la “autoridad central” de la aeronave, llegando hasta a sobrepasar al primer oficial y un ingeniero de vuelo, haciendo que el piloto sea directamente responsable por la operación de la aeronave.

Una investigación de 37 accidentes aéreos reveló que, en el 81 por ciento de estos casos, el primer oficial no monitoreó ni desafió la autoridad del capitán cuando cometía errores. Otra investigación de 75 accidentes aéreos reveló que el 25 por ciento de los casos se debían a la obediencia excesiva de la tripulación al capitán de vuelo.

Obediencia a la autoridad en empresas

En una investigación realizada entre 1982 y 1985 por un equipo de la Universidad de Utrecht participaron 500 personas en dicho estudio. El mismo consistía en hacer “15 comentarios denigratorios” a una persona que solicitaba un empleo y que se hallaba en la sala contigua. Además, deberían administrar al candidato un test de selección, donde si lo aprobaba, se le concedería el trabajo y caso contrario se le negaría el puesto. Cabe aclarar que la víctima era cómplice del experimentador.

Nuevamente las conclusiones fueron devastadoras ya que el 91% de los participantes “obedecieron las órdenes hasta el final” y se obtuvo el mismo grado de obediencia extrema cuando los sujetos eran verdaderos jefes de personal, a pesar de su código de ética profesional.

Zimbardo aclara que, en la sociedad moderna, a diferencia del experimento de Milgram, donde la violencia física es aplica de forma directa, la violencia es más bien “medida”. Es decir, que las autoridades dan órdenes a sus subalternos que supone un maltrato verbal, haciendo que las consecuencias de sus medidas punitivas no se observen de forma directa. Un ejemplo de este tipo de violencia es el que vimos en el experimento de arriba donde la autoridad brindó información adversa sabiendo que repercutiría negativamente en el rendimiento del candidato y reduciría sus posibilidades de obtener el empleo.

Obediencia a la autoridad en una estafa sexual

Un tipo de estafa llamada “timo” se ha perpetrado en varias cadenas de restaurantes de los Estados Unidos. El modus operandi es que un hombre que se identifica como agente de policía llama al encargado del establecimiento para requerir de su urgente asistencia en un caso de “robo” por parte de un empleado o empleada. Durante toda la conversación el agente insiste en que se lo llama “Señor” y va obteniendo información de sus empleados a través de preguntas guiadas con mucha habilidad hasta dar con alguna empleada joven y atractiva para acusarla de robar y que actualmente se estaría llevando a cabo. Por este motivo se le solicita que se aísle a la empleada en la trastienda y se la retenga allí hasta que él pueda ir a buscarla. Luego el supuesto agente le dice telefónicamente a la empleada que tiene la opción de desnudarse para ser registrada por un compañero de trabajo o esperar a que lleguen y sea trasladada a la comisaría para ser registrada allí. Como la empleada es inocente del robo del que se la acusa y no tiene nada que esconder, termina “cediendo” para ser registrada allí mismo. Luego el supuesto agente le dice al encargado que la haga desnudarse y que la registre a fondo, incluyendo el ano y la vagina en busca de drogas o dinero robado. Mientras tanto, el agente insiste en que se le detalle todo lo que va sucediendo, provocándole un baño de excitación sexual.

Al final, cuando se descubre la estafa, el encargado termina siendo despedido, el restaurant es demandado en la corte, y las víctimas terminan gravemente afectadas psicológicamente.

Esta estafa se perpetuó en 68 establecimientos de comida rápida de 6 cadenas de cadenas diferentes en 32 estados distintos. Por lo tanto, no se trataría de la “inocencia e ingenuidad” de las víctimas, sino del “poder de la autoridad” para llevar a cabo órdenes inmorales e ilegales.

Obediencia a la autoridad provoca suicido en masa

El 28 de noviembre de 1978 en la localidad de “Jonestown” ubicado en las selvas de Guyana ocurrió una verdadera “tragedia”. Allí se encontraba un grupo de 900 fieles seguidores de un líder religioso llamado JIM JONES, quien fuera originalmente un pastor de la congregación del “Templo del Puelo” en San Francisco y Los Ángeles en los Estados Unidos. Con el tiempo, dicho líder tuvo la visión de instalarse en Sudamérica para crear una sociedad socialista basada en la “fraternidad y la tolerancia”, alejados del materialismo y el racismo de su país de origen.

Lentamente ese sueño de una vida mejor se transformó en una “pesadilla” donde su líder instituyó trabajos forzados, guardias armadas, derogación de libertades individuales, una dieta forzada y varios tipos de castigos para todos aquellos que infligieran cualquier tipo de norma o regla impuesta por su líder, Jim Jones.

Al tiempo varios “familiares” de los miembros de la congregación convencieron a un miembro del Congreso de los Estados Unidos, junto con algunos representantes de medios de comunicación para inspeccionar a Jonestown.

Viendo que las entrevistas no salieron como quiso y que algunos miembros de la congregación “huyeron” de la misma, Jones ordenó “asesinar” a los inspectores cuando estaban por subirse en la avioneta de regreso a los Estados Unidos, dando inicio a la peor tragedia horas más tarde.

Jones reunió a los 900 miembros de su congregación, pronunció un largo discurso dando motivos por los cuales todos debía quitarse la vida y los exhortó a todos a tomar una bebida que contenía cianuro, primero dándoselo a los niños y luego a los adultos.

El audio final de dicho discurso se encuentra disponible en YouTube bajo la precaución de ser escuchada solamente por adultos. Es realmente “aterrador” escuchar la secuencia de algunos niños gritando del dolor y cómo sus padres intentan calmar sus llantos mientras mueren en sus brazos. ¡Si el lector es muy impresionable, les recomiendo NO ESCUCHAR dicho audio!

Al escuchar y estudiar el audio, se percibe que una mujer intenta “desafiar” públicamente las órdenes de su líder. Al principio Jones le da algunas explicaciones erróneas sobre los motivos por los cuales ella estaría equivocada, pero ella insiste. Luego la presión de diversos miembros del grupo intenta “acallarla”. Incluso se escucha a una persona presentarse como “psicólogo” para utilizar su “autoridad profesional” y brindar unos supuestos motivos científicos por los cuales Jones tenía razón y ella estaría equivocada. Si esta mujer, hubiese insistido en su corazonada y se hubiese rebelado contra su líder y la presión del grupo de pares, ella y sus hijos, estarían vivos hoy.

c.       Creación de Sistemas de Autoridad

El Dr. Zimbardo explica que la motivación del experimento del Dr. Milgram era para comprender cómo ciudadanos alemanes “buenos” llegaron a formar parte de la brutal matanza de millones de judíos. Para ello, en lugar de buscar explicaciones en el carácter de los ciudadanos alemanes, las buscó en las características situacionales, donde la “obediencia a la autoridad” jugó un papel fundamental. Luego de haber llevado a cabo su proyecto de investigación, amplió sus conclusiones a la población norteamericana prediciendo que la misma obediencia a la autoridad transformaría a los ciudadanos americanos en personal de exterminio nazi tal como sucedió con los ciudadanos alemanes.

Para ello a continuación, el Dr. Zimbardo selección 5 estudios diferentes que arrojaran luz a esta aterradora predicción.

Sistema de Autoridad en una clase del secundario

En enero de 1967, en una clase de historia mundial de un colegio secundario de Palo Alto California, el profesor RON JONES decidió transformar su aula didáctica en un aula experimental que sirviera de modelo de aprendizaje para que sus alumnos pudiesen entender cómo los ciudadanos alemanes promedios pudieron ser tan indiferentes al dolor que les impusieron a los judíos.

Para ello, el profesor Jones estableció unas “normas nuevas y rígidas” para toda la clase y que “deberían obedecer a rajatabla”. Todas las respuestas debían limitarse a dos o tres palabras y debían ser precedidas por la palabra “señor” mientras el alumno se pone de pie al lado de su pupitre para hablar. Se introdujo un “saludo” especial, junto con nuevos “slogans” que se repetían al “unísono” cuando les eran ordenados. Cada día había un slogan nuevo como “la fuerza es el fruto de la comunidad”, “la fuerza es el fruto de la disciplina”, “la fuerza es el fruto de la acción”, etc. Comenzaron a vestirse uniformemente con camisa blanca y utilizar un brazalete. También les era requerido “denunciar” a los críticos del sistema y tratarlos como “traidores” al sistema. A este nuevo movimiento del aula, lo denominaron “La Tercera Ola” y pronto comenzaron a reclutar nuevos miembros y enseñaban las nuevas reglas y posturas a otros individuos.

Luego, el profesor Jones les dijo a sus alumnos que eran un grupo selecto de jóvenes elegidos para contribuir a esta causa que formaba parte de un movimiento a escala nacional. Es por ello que al quinto día de iniciado el experimento se convocó a una concentración de estudiantes donde un nuevo candidato a la presidencia iría a anunciar por televisión la creación de un “Programa para la Juventud de la Tercera Ola”. Asistieron más de 200 alumnos a dicho salón de actos. Pero mientras los alumnos esperaban el tan ansiado anuncio, se les proyectó una película del mitin de Hitler en Nuremberg, mostrando con imágenes fantasmales la historia del Tercer Reich. En los últimos fotogramas de la película aparecía repetidamente la frase «La culpa recae en todos: nadie puede decir que no participó de alguna forma», poniendo fin de esta manera a la simulación creada días anteriores. Y fue allí cuando el profesor Jones les dijo que “todos habían sido manipulados. Han sido empujados por sus propios deseos hasta donde se encontraban ahora”.

En el año 1981 apareció una documental en la cadena de ABC titulada “THE WAVE”, donde se reproduce la transformación de dichos alumnos. Más tarde en el año 2008, los propios alemanes hicieron una película denominada “LA OLA (DIE WELLE)”, donde fue invitado el profesor Ron Jones a saludar a todo el elenco de actores.

Sistema de Autoridad en niños de la primaria

En la escuela rural de Riceville, en el estado de Iowa de los Estados Unidos, la maestra de tercer grado, JANE ELLIOTT, quiso enseñar a los niños el significado de las palabras “fraternidad” y “tolerancia”. Para ello, la maestra asignó de forma arbitraria a un grupo de niños a una categoría “superior” al resto, basándose únicamente en el color de sus ojos, diciendo que las personas de “ojos azules” eran superiores a los de color castaño y ofreció algunas pruebas para apoyar esta verdad. Se les dijo que los niños con ojos azules eran más inteligentes y tendrían privilegios especiales, mientras que los de ojos castaños debían obedecer unas reglas que remarcarían su condición de inferiores, como por ejemplo llevar una banda en el cuello para ser reconocidos desde lejos por su baja condición.

Como resultado los niños de ojos azules, que hacían amistades con todos los compañeros del curso, se negaron a jugaron con los niños de ojos castaños y llegaron hasta decir que estos últimos podrían llegar a robar cosas. Comenzaron algunas peleas físicas en el recreo por discriminación y los niños de ojos castaños empezaron a rendir menos en la escuela, viéndolos deprimidos, huraños y enfadados. Ellos se describían a sí mismos como tristes, malos y tontos.

Luego la maestra Elliott dijo a sus alumnos que se había equivocado, y que en realidad los niños superiores eran los de ojos castaños y los inferiores eran los de ojos celestes, mientras aportaba nuevas pruebas para sostener su caso. Ahora los niños de ojos azules dejaron de describirse a sí mismos como contentos, buenos y simpáticos y empezaron a adoptar adjetivos parecidos a los que habían adoptado los niños de ojos castaños anteriormente. Las antiguas pautas de amistad entre los niños se disolvieron y fueron reemplazadas por tratos más hostiles hasta que el proyecto se finalizó y los niños volvieron a jugar y reírse entre sus compañeros luego de que se les comunicara completamente el sentido del proyecto.

Sistema de Autoridad en la Universidad

En la década de los 70, alrededor de 600 estudiantes que asistían de una de las clases nocturnas de psicología de la Universidad Hawai, escucharon que su profesor revelara que la “explosión demográfica” supone una “amenaza a la seguridad nacional”. Particularmente este profesor universitario, describe la amenaza que supone el creciente número de personas con “discapacidades físicas y mentales”. Se presenta este problema como un proyecto científico noble y altruista, respaldado por varios científicos y pensado en beneficio de la humanidad. El profesor solicita a todos sus estudiantes sus opiniones ya que dice considerarlos personas inteligentes, formadas y con valores éticos sólidos. También se garantiza que se realizarán numerosas investigaciones con la mayor rigurosidad y meticulosidad posible antes de emprender cualquier tipo de acción. Es por ello que por el momento sólo se desea conocer las “opiniones y sugerencias” de los estudiantes. Luego de responder, se da a conocer que hay una gran “uniformidad de respuestas” donde el 90 % está de acuerdo en que siempre habrá personas más aptas para la supervivencia que otras. También se comunicó que el 79% de los estudiantes deseaban que una persona fuera la responsable de matar a los discapacitados y que otra llevara a cabo el acto en sí; el 64% prefería el anonimato y que muchas personas pulsaran distintos botones y sólo uno causara la muerte; el 89% opinaba que la administración indolora de algún fármaco sería el método más eficiente y humanitario de provocar la muerte. También se dijo que, si la ley les exigiera ayudar, el 89% desearía ayudar en la toma de las decisiones, mientras que el 9% prefería ayudar en los asesinatos o en las dos cosas. Sólo se negaron a responder un 6% de los estudiantes.

Como resultado final el 91% de la totalidad de los 600 estudiante estuvieron de acuerdo en afirmar que, “en casos extremos, estaba plenamente justificado eliminar los casos que eran considerados peligrosos para el bienestar general”. Con estas conclusiones en mente se puede comprender estos alumnos estaban tan dispuestos a ejecutar un plan de exterminio de la misma manera en que lo hicieron los ciudadanos comunes alemanes respecto la “solución final”.

Sistema de Autoridad en las Brigadas Móviles

El historiador CHRISTOPHER BROWNING descubrió que hasta marzo de1942, más del ochenta por ciento de las víctimas del Holocausto se encontraban con vida, pero al cabo de once meses se asesinaron a más del ochenta por ciento de esas víctimas. Estos asesinatos en tan corto plazo se debieron al impulso que los Nazis les dieron a una Brigadas Móviles.

Específicamente, Browning encontró en los archivos de guerra las actividades realizadas por el “Batallón 101 de Reserva”. Esta unidad estaba compuesta por unos 500 hombres provenientes de Hamburgo. Eran padres de familia, de avanzada edad, lo que los excluía de ser reclutados por el ejército. Pertenecían a una clases obrera y media-baja, y no poseían experiencias militares. Eran reclutas novatos que fueron enviados a Polonia sin ningún tipo de conocimiento ni formación previa sobre su misión secreta.

Estos hombres comunes y corrientes tal como los describe el autor, sin ambición ni interés fueron puestos en una situación nueva donde se les daba el “permiso” y el “aliento” para actuar con sadismo contra personas que habían sido etiquetadas como “enemigos”, haciendo que en tan sólo cuatro meses matasen a “quemarropa” a unos treinta y ocho mil judíos y deportasen a cuarenta mil a campos de concentración.

Todo esto ocurrió, concluye el autor, debido a un Estado que ofrecía justificaciones ideológicas para asesinar a judíos, además de un intenso adoctrinamiento sobre imperativos morales de disciplina, deber y lealtad al Estado.

Sistema de Autoridad y “La Banalidad del Mal”

Luego del juicio por crímenes de guerra a Adolf Eichmann, quien organizara el asesinato de millones de judíos, en el año 1963, la filósofa social, HANNAH ARENDT, publicó su famosa expresión: “la banalidad del mal” para expresar la conducta de Eichmann.

Seis psiquiatras evaluaron al nazi Eichmann y todos concluyeron que era una persona “normal”, utilizando expresiones como “es más normal que yo” o “su actitud hacia su esposa, hijos, madre, hermanos no sólo era normal, sino ejemplar”. En su propia defensa, el mismo Eichmann dijo “me limitaba a cumplir órdenes”.

Es por ello que Arendt llega a concluir que lo más grave en el caso de Eichmann es que hubo muchos hombres como él y que estos no eran ni pervertidos ni sádicos, sino que fueron y continúan siendo terriblemente normales. Con ello Arendt fue la primera persona en NEGAR la visión clásica de locura de los criminales y la violencia de los tiranos como rasgos de personalidad y se centró en las fuerzas sociales y ambientales que pudieron hacer que personas normales cometan actos tan horríficos.

C.      Las Dinámicas del Anonimato y la Inacción Humana.

En el actual capítulo el autor trabaja en diferentes experimentos dos procesos psicológicos poderosos que cambian drásticamente la conducta de los participantes: el anonimato y la inacción.

a.      El Anonimato como proceso de desindividuación

El anonimato en Estudiantes Universitarias

En un experimento donde a dos mujeres, una simpática y otra antipática, diez grupos de cuatro estudiantes debían administrarles descargas eléctricas en veinte pruebas con el fin de generar estrés para estudiar si éste influiría en su creatividad. La mitad de los estudiantes fueron asignadas al azar manteniendo una condición de “anonimato” al ocultar su aspecto con capuchas y batas de laboratorio muy grandes y con números en lugar de nombres. La otra mitad de estudiantes fueron designados a una condición de “individuación” donde se les daba una etiqueta con su nombre.

Como resultado, las estudiantes “anónimas” administraron dos veces más descargas eléctricas a ambas mujeres participantes y aumentaron el “tiempo de descarga” más que las estudiantes “individualizadas”. En cambio, las estudiantes individualizadas diferenciaron entre las mujeres simpática y antipática ya que les administraron menos descargas a la primero que a la última.

Por lo tanto, cualquier situación que haga que una persona se sienta anónima, es decir, que sienta que nadie sepa quién es, reduce su sentido de responsabilidad personal y en consecuencia hace que pueda actuar con malicia. Además, si a esta situación se agrega el factor de que se le da “permiso” para actuar de manera violenta contra otras personas, mayor será la violencia a la que la persona estará dispuesta a ejercer sobre la otra persona.

El anonimato en Halloween

En un experimento dirigido por el psicólogo social SCOTT FRASER, se invitó a un grupo de chicos de una escuela primaria a una fiesta de Halloween especial donde había muchos juegos para jugar y se le daría una ficha por cada juego ganado. Estas fichas podrían ser intercambiadas por regalos al final de la fiesta. Mientras más fichas juntaban, mejores eran los regalos que recibirían, aumentando de esta manera la motivación para conseguirlas. La mitad de los juegos no eran agresivos y la otra mitad requerían de la confrontación entre niños para obtener el premio. Por último, el formato que se utilizó para el mismo grupo de chicos fue el de jugar sin los disfraces de Halloween, luego colocarse los disfraces y finalmente volver a sacarse los disfraces.

Los resultados fueron sorprendentes: apenas se pusieron los disfraces, la agresión aumentó significativamente. El porcentaje de tiempo total que los niños jugaron juegos agresivos se duplicó, pasando de un 41% sin disfraces a un 86% con disfraces. Un dato inesperado fue que los juegos agresivos requerían de más tiempo para alcanzarse, lo cual significaba una menor cantidad de fichas, haciendo que perdieran premios más valiosos. Sin embargo, esto parecía no importarles a los niños ya que la agresión se convirtió en su propia recompensa.

Finalmente, cuando los niños se volvieron a quitar los disfraces, el nivel de agresión volvió a sus niveles iniciales.

El anonimato en las Guerras

El antropólogo cultural R. J. WATSON descubrió dos datos interesantes en su estudio de diversas sociedades en donde los guerreros cambiaban o no sus aspectos físicos antes de combatir y el trato que le dieron a sus enemigos ya sea asesinándolos, torturándolos o mutilándolos. De las 23 sociedades que estudió, en 15 de ellas los guerreros cambiaban su aspecto y siendo además las más “destructivas”; 12 de estas 15 trataban de forma “brutal” a sus enemigos. En cambio, estas conductas no se daban en las otras 8 sociedades donde los guerreros no cambian su aspecto físico.

Nuevamente se confirma la predicción de que el anonimato fomenta la agresión en los seres humanos, ya que a los guerreros les es más fácil agredir cuando se colocan uniformes militares, máscaras o se pintan la cara, haciendo que la compasión que puedan sentir por los demás se desvanezca de esta manera.

El anonimato en Mardi Gras

Mardi Gras es el nombre que le dieron los franceses al día martes antes del día “miércoles de ceniza” y que marca el inicio de la cuaresma. El origen se remonta a las fiestas de tiempos pre cristianos que correspondían al ritmo de las estaciones y trabajos agrícolas.

Actualmente se lo conoce como día de “Carnaval” donde se celebra el disfrute de los placeres culinarios y carnales antes de la época de abstinencia de la cuaresma y semana santa. En esta celebración la sociedad “permite” a un colectivo de personas saltarse los controles cognitivos y morales al formar parte de un grupo empeñado en disfrutar los placeres y deseos del presente sin preocuparse de consecuencias y responsabilidades futuras. Como explica el Dr. Zimbardo, el martes de carnaval trata en el fondo de un proceso de desindividuación colectiva.

El proceso de Desindividuación

Las dos estrategias que se utilizan para alcanzar el proceso de “desindividuación” son el de reducir la “responsabilidad” social de las personas y reducir el interés de la persona a “autoevaluarse”.

La primera estrategia suprime la preocupación por la evaluación social, por la aprobación o desaprobación social, haciendo que la personas se sienta “anónima”. La segunda estrategia suprime el control cognitivo que se tiene sobre uno mismo, para ello se recurren a distintos métodos que alteran el estado de conciencia, por ejemplo, el alcohol, las drogas, etc. donde la preocupación por el pasado o el futuro se desvanecen en un presente eterno.

El proceso de desindividuación crea un estado psicológico en las personas que hacen que sus conductas sean sometidas a las exigencias inmediatas de la situación y los impulsos de nuestra biología. En este estado, la acción sustituye al pensamiento y la búsqueda de placer inmediato se impone sobre la gratificación que supone el esfuerzo personal. El estado de excitación que provoca en la persona hace que sus efectos se amplifiquen en situaciones nuevas o no estructuradas donde quedan anulados los hábitos de respuestas o los rasgos habituales del carácter de la persona. Este proceso hace que la vulnerabilidad de la persona a las indicaciones situacionales aumente, ya que, al suspender todos los controles de la conducta, esta se encuentra bajo el control completo de la situación en la que se encuentre.

b.      El mal que provoca la Inacción Humana

Aunque la mayoría de las personas traten de convencerse en su interior que la inacción de sus conductas en una situación dada los excluye de algún tipo de consecuencia en los resultados, pronto veremos que la inacción es en muchas ocasiones la responsable directa de los resultados obtenidos en una situación dada.

La inacción de los espectadores

Los profesores de las Universidades de Columbia y NYU, BIBB LATANÉ y JOHN DARLEY investigaron en distintas situaciones de la ciudad de Nueva york tales como los subterráneos, las esquinas de ciertas calles y en sus laboratorios, cómo intervienen los espectadores en diferentes situaciones.

Sus conclusiones fueron contrarias a lo que dicta el sentido común: cuántas más personas hay presenciando alguna emergencia, menos probabilidades hay que una persona intervenga en ella para ayudar. Esto se debe a que cada persona del grupo de espectadores “presupone” que hay otros espectadores que ayudarán, haciendo que la persona se sienta menos presionada para entrar en acción. La mera presencia de otros espectadores hace que la sensación de responsabilidad personal para que intervenga de alguna manera, se diluya.

También ocurre que existen ocasiones donde las personas no intervienen no solo por miedo a que sus vidas corran riesgo, sino porque se teme hacer el ridículo, se niega la gravedad de la situación o el coste que tiene meterse donde no nos han llamado. De cualquier manera, todos estos motivos provocan una norma de inacción o pasividad en el grupo.

La inacción y el compromiso

Un psicólogo de Nueva York, TOM MORIARITY, realizó una serie de experimentos en dos escenarios diferentes. En uno de ellos, Morirarity hizo arreglos para que un cómplice dejara un bolso sobre una mesa en un restaurante lleno de personas. Y en otro escenario, hizo que su cómplice dejara una radio sobre una manta en una playa llena de gente. Luego otro miembro de su equipo de investigación fingiría “robar” el bolso o la radio mientras Morirarity registraba las conductas de las personas cercanas a ambos escenarios. La mitad del tiempo nadie intervino y dejaron escapar al criminal con las mercancías. Mientras que, en la otra mitad del tiempo, todos detuvieron al criminal y previnieron el crimen. La diferencia entre uno y otro estribó en que en los primeros casos la mujer cómplice simplemente se limitó a preguntarle la hora a la persona que estaba cercana a ella manteniendo un contacto mínimo antes de abandonar la escena. Mientras que, en el segundo caso, la mujer cómplice les solicitó a los transeúntes que vigilasen sus pertenencias hasta que ella regresase. Esta simple solicitud creó una “obligación social” de proteger la propiedad de este extraño, una obligación que se cumplió completamente.

La inacción del Buen Samaritano

En un experimento llevado a cabo en la Universidad Princeton, se dictó un seminario denominado “El Buen Samaritano” donde se grabaría un video del sermón del Evangelio de Lucas que habla de la única persona que se detuvo a ayudar a una persona que estaba sufriendo en el camino de Jerusalén a Jericó. Por aquella buena acción el Evangelio nos dice que esa persona recibirá una justa recompensa en el cielo por haber sido un “buen samaritano”.

Pero ocurre que en el camino de dirigirse desde la facultad de psicología al centro de grabación donde se grabaría dicho seminario y al cual se les ha dicho que se apuren porque estarían llegando tarde, pasaron junto a un desconocido que gime del sufrimiento, mostrando claros signos de ayuda.

Los resultados fueron que el 90% de los asistentes dejaron pasar la clara oportunidad de actuar y ayudar a ese desconocido (cómplice) que gemía de sufrimiento, porque creían llegar tarde a la grabación. Más allá de las explicaciones disposicionales que dirían que aquellos estudiantes fueron “insensibles, cínicos o indiferentes”, la verdad es que hay situaciones donde las propias características de las mismas son las que más apremian a la hora de decidir sobre nuestras conductas. Si hubiese sido una situación real, la inacción de los estudiantes hubiese traído graves consecuencias en la persona necesitada de ayuda.

La Institucionalización de la inacción

En general, en las situaciones donde se cometen actos de maldad, la gente suele ver solamente a los autores, las víctimas y los sobrevivientes. Pero suele haber otros actores en la situación que en general no les tienen en cuenta: los “observadores”. Ellos observan la secuencia de los sucesos, pero no intervienen ni para ayudar ni para oponerse a la maldad. Con su pasividad permiten que la maldad persista. Ejemplo de ellos son los policíasbuenos” o los carceleros buenos de nuestro experimento que no se oponían a la “brutalidad” de sus compañeros.

A nivel de Estados Nacionales, cuando la “inacción” se institucionaliza, se da vía libre para las matanzas y los genocidios tal como ocurrió en los países de Bosnia y Ruanda. De la misma manera en que ocurre con las personas, las instituciones y los países no quieren involucrarse en los conflictos que requieren de su intervención inmediata. Tal es el caso de la “pasividad o inacción institucional” cuando en 1939, el gobierno de los Estados Unidos se negó a permitir que un barco repleto de refugiados judíos (937) proveniente de Alemania desembarcara en algún muelle de Miami. Al no obtener autorización luego de varios días de intentos fallidos, tuvieron que volver a su país de destino y la mayoría de los refugiados murieron luego en campos de concentración Nazi.

La inacción en la tolerancia y aceptación

El Dr. Zimbardo nos explica que, si bien las personas tienen el sesgo de creer que cuando llegue el momento, serán capaces de sonar la alarma frente a las violaciones contra alguna injusticia ya sea contra una persona, un pueblo o la humanidad entera, hemos visto que las presiones para “conformarse” en los grupos son enormes, los mensajes permanentes de no agresión forman una “tolerancia” a veces patológica, traducidos en slogans como “ser un jugador de equipo”, “no mover el barco”, “no arriesgar sanciones”, etc. Esas fuerzas luego se combinan con el poder de arriba hacia debajo de los sistemas de autoridad para transmitir conductas poco éticas e ilegales, justificando las “circunstancias especiales” que les confieren el estatus de “apropiadas o legítimas”.

Al respecto, el análisis que hace JEAN LIPMAN-BLUMEN de la relación dinámica entre líderes y seguidores dice que los líderes tóxicos lanzan su “hechizo” y la mayoría de las personas, por más que lo aborrezcan, lo “aceptan” o lo “toleran”. Estos líderes pueden ser nuestros Jefes, los Directores Ejecutivos de una empresa, los Senadores de una Nación, los Maestros de una escuela, etc. Estas personas, explica, no aparecen por sí solas, a menudo los buscamos ya sea activamente o cuando “empujamos” a los buenos líderes sobre la “línea tóxica”.

Con ello el autor nos recuerda que reconocer los primeros signos de toxicidad en nuestros líderes ayudará a tomar medidas preventivas y no absorber pasivamente su “veneno seductor”.

4.     Conclusiones

Si bien el experimento de la prisión de Standford tenía como fin estudiar el efecto que tenía una combinación de variables situacionales sobre la conducta de algunas personas simulando un ambiente carcelario, terminó convirtiéndose en un poderoso modelo y ejemplo de sistema malvado que puede cambiar la conducta de las personas, convirtiéndolas en personas malvadas que dañaban a sus víctimas. Las características de las situaciones que actuaron en aquel contexto carcelario, sean estas los roles, las reglas, el anonimato, etc. hicieron que las personas sucumbieran frente a la fuerza de la situación en que se encontraban. Es por ello que el Dr. Zimbargo termina concluyendo lo siguiente:

“La línea entre el Bien y el Mal, que antes parecía impermeable, ha demostrado ser muy difusa” (Zimbardo, 2007, p.195).

Asimismo, hemos visto más de 27 experimentos diferentes que acompañan las conclusiones del autor para comprender el poder que poseen las fuerzas situacionales sobre la conducta de las personas, haciendo que estas últimas realicen actos que ellas mismas desprecian o rechazan. Entre ellas pudimos ver la influencia que tienen sobre la conducta humana las reglas, los roles, la aprobación social, la presión grupal, la obediencia ciega a diferentes autoridades, distintos sistemas autoritarios, el anonimato y las consecuencias de la inacción del hombre.

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